A costa del interior, Caracas no se apaga

EL ESTÍMULO

 

En el interior del país no tener luz se convirtió en la regla, en lugar de la excepción. Se aprendió a convivir sin electricidad y a tomar previsiones cuando sucede. Mientras, Caracas tiene cortes eléctricos esporádicos en comparación con los del resto del país. Por decisión gubernamental, la capital es prioridad frente al resto de las provincias, aunque los apagones auguran ser cada vez más frecuentes

egro. Fue todo lo que Alfredo Montilla distinguió en su cena navideña del 24 de diciembre de 2017. Él y sus padres se vieron forzados a comer oscuras después de las 10:20 de la noche debido a un corte de luz que duró horas. “No fue una Navidad muy alegre que digamos”, dice el joven de 27 años. La electricidad volvió pasadas las 3 de la mañana en su residencia en Maracaibo, estado Zulia.

Montilla tiene amigos que, ante la penumbra sin aviso, se inventaron estrategias para no perder el ánimo de los pequeños de la casa. “Lo hicieron ver como que era parte de la Navidad. Sacaron velitas para maquillar la cuestión con la llegada del Niño Jesús”, cuenta el periodista. Horas antes, en San Francisco, Ciudad Ojeda, Cabimas, Mara y parte de Maracaibo hubo un apagón desde las 2:15 pm que paralizó el comercio y el transporte, y dio paso al caos, contó el diario Panorama.

La oscuridad también se apoderó de Maracaibo en los albores de 2018. “El 1° de enero lo recibí con un apagón en la noche”, cuenta Montilla sin sobresaltos. La electricidad regresó a su residencia en la madrugada del 2 de enero. Y es considerado normal, al igual que ver explotar transformadores, como Montilla ha presenciado. También hacer caso omiso a las declaraciones de funcionarios del gobierno sobre las fallas eléctricas. “Es común que luego de que ocurre el apagón digan qué fue lo que supuestamente pasó”, explica.

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El recién electo gobernador del Zulia, Omar Prieto, aseguró en su cuenta de Twitter que la oscurana se debió al robo de cables en la estación Punta de Palma. Calificó el hecho como un “miserable y cobarde ataque”, y dijo que serían “implacables” al momento de aplicar la ley a los responsables. La versión fue la misma que la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec) ofreció en la red social del pajarito.

“Lo que anuncian como sabotajes siempre ha ocurrido. El material eléctrico tiene un costo, lo pueden vender a gente que trabaje con chatarra”, aclara Miguel Lara Guarenas, exdirector de la Oficina de Planificación del Sistema Interconectado (OPSI) –ahora Centro Nacional de Gestión. La situación de pobreza y de abandono de las estaciones se suma a la ecuación. El Pitazo comunicó nueve decesos por descargas eléctricas en el estado Zulia nada más en 2017. El problema no solo azota al Zulia, se siente en todo el territorio nacional.

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“Los apagones son consecuencia de lo que se ha venido haciendo: los sistemas de distribución de  energía están en condición crítica, tanto los equipos de transformación como las subestaciones son abusadas, están sin mantenimiento y hasta en estado de abandono”, dice Lara Guarenas. El experto señala que Maracaibo es un área “crítica”, pues asegura que las líneas de interconexión, aunque son más nuevas que las que surten de energía a Caracas, están en peores condiciones “por negligencia y sinvergüenzura”.

No ha terminado la primera semana de 2018 y ya Corpoelec informa de fallas eléctricas en distintos municipios de los estados Zulia, Miranda, Lara, Guárico, Anzoátegui. Sin embargo, los apagones no son nuevos para esas entidades, ni para el resto del país. Meses antes, en menos de 12 horas hubo apagones en ciudades y pueblos de Zulia, Falcón, Lara, Trujillo, Portuguesa, Barinas, Mérida, Táchira, Apure, Aragua, Nueva Esparta y Sucre. Incluso, hay localidades que han estado a oscuras por días enteros. Es así desde que se decretó la “emergencia eléctrica” en diciembre de 2009, cuando el expresidente Hugo Chávez aún vivía, decisión que fue suspendida el 30 de noviembre de 2010.

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Mientras, la capital se mantiene iluminada con apagones esporádicos que revuelven el avispero, como el del 18 de diciembre de 2017, por una falla en la subestación Santa Teresa, en Valles del Tuy, dijo el ministro de Energía Eléctrica, Luis Motta Domínguez.

“Caracas no ha entrado en esa situación por decisión del gobierno”, asevera Lara Guarenas.

Desidia de Estado

De acuerdo con el exdirector de la OPSI la práctica no es nueva: “Siempre el gobierno nacional de turno privilegiaba a la capital porque acá están los centros de noticias internacionales, las oficinas públicas de mayor tamaño y la masa crítica es mayor. A costa del interior, la electricidad en Caracas no se raciona”.

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El experto indica que la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar –otrora Raúl Leoni- en Guri, estado Bolívar, aporta cerca de la mitad de la energía que mantiene encendida la capital. Sin embargo, el valle también pende de un hilo. El resto proviene en su mayoría de Tacoa, ubicada en el estado Vargas, que junto a Planta Centro son las centrales eléctricas más grandes que tiene el sistema eléctrico del país, y también las que más sufren y se desgastan bajo la supervisión centralizada de Corpoelec y el ministerio de Energía Eléctrica.

En abril de 2016, El Nacional reportó que Planta Centro, ubicada en Morón, estado Carabobo, aportaba apenas unos 400 Megavatios (MW) de su capacidad instalada: 2.000 MW. Para entonces, el ministro Motta Domínguez anunció la sincronización de la unidad 6, que aportaría unos 600 MW más al Sistema Eléctrico Nacional (SEN). Casi dos años después, de las seis unidades generadoras solo funciona una, la nueva, asegura Lara Guarenas. “Las otras cinco están paradas y al estar sin mantenimiento ocurren fallas. Van pasando factura”, agrega el ingeniero.

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Desde diciembre de 2016 se daba cuenta de la paralización de las unidades principales (7, 8 y 9) de Tacoa, ubicada en el estado Vargas. En horas pico, la capital demanda unos 2.000 MW –capacidad instalada de la central y energía que no se sirve en su totalidad. De acuerdo con El Nacional, la generación térmica disponible para finales de ese año era de 1.214 MW, poco más de la mitad de lo necesario. A meses de la noticia, la situación solo empeoró. En el mismo diario se escribió en abril de 2017 que Tacoa trabajaba a 18,7% de su capacidad, lo que ponía a Caracas en una condición de precariedad al depender en 70% de la energía proveniente de Guri, alrededor de 1.400 MW. “La dejaron perder. En Caracas se genera menos electricidad hoy que en 1998, teniendo en cuenta que hoy la capacidad instalada es del doble”, aclara Lara Guarenas.

El Grupo Ricardo Zuloaga, conformado por ingenieros expertos en el área, comunicó la situación en octubre de 2017 como “la peor condición operativa de la historia” que atravesaba el sistema eléctrico venezolano. De acuerdo con el documento, el equipamiento eléctrico que aún trabaja lo hace en condiciones precarias debido a mantenimientos no realizados y que son diferidos más allá de lo recomendado por sus fabricantes, lo que genera colapso por fallas de “tipo catastrófico”.

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“Si repartieran los focos de apagones que ocurren en el interior de forma proporcional, Caracas debería verse afectada. Pero para proteger a Caracas, eso no va a cambiar. Aunque no se extrañe que cada vez se vaya más la luz”, avizora Lara Guarenas.

Aprender a retroceder

Para José Ángel Casanova, residente de Puerto Ordaz en Bolívar, el favoritismo no es nada nuevo. También lo percibió así hace cuatro años, cuando la escasez de productos básicos azotaba al interior del país, mientras los anaqueles caraqueños aún estaban llenos. “Obviamente es un tema de mantener a la gente de Caracas lo más tranquila y apaciguada posible. Yo creo que la gente está clara en que si algo sucede a nivel de protesta tiene que ser en Caracas para que tenga efecto dominó”, cuenta Casanova.

En Puerto Ordaz hubo protestas por la falta de electricidad, entre otros servicios ineficientes, en el mes de diciembre de 2017. Los apagones de 5 y 6 horas se fueron haciendo cotidianos. “Y no hay información”, afirma Casanova, y continúa: “Cuando hay apagones de más de 6 horas dicen que es programado. Se inventan una cosa ahí”. No muy lejos, en Ciudad Piar, la luz puede faltar por dos y tres días seguidos. Sin explicación alguna. La oscuridad es el pan de cada día.

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Ya es costumbre que Casanova desenchufe su microondas cada vez que sale de su casa, al igual que sus cargadores. “Mi mamá, que tiene dos neveras y un freezer, decidió usar una nevera nada más por si se le dañaba, así tenía la otra buena”, cuenta el arquitecto. Son medidas que se han vuelto costumbre.

Para prevenir daños en sus equipos electrónicos, Montilla ahorró varios millones de bolívares para comprarse un regulador de voltajes: “Mi poder adquisitivo me permite tomar esa previsión, pero hay gente no tiene esa fortuna”. Es de los zulianos que ha tenido que adaptarse para sobrevivir al calor de la región, que sobrepasa los 30° dependiendo de la temporada. “Ahorita nos salva que diciembre es algo fresco. No quiero imaginar cuando se vaya la luz después”, advierte Montilla.

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Aprendió a mantener cargado su celular en caso de emergencias. También a mantener el aire acondicionado prendido, incluso si no siente calor, para que esté fresco por la noche en caso de que haya un apagón. Incluso, mantiene viejas estrategias contra la oscuridad, como llenar su apartamento de velas.

Alba Jurado vive entre dualidades. Cuando está de visita en su tierra natal durante las vacaciones estudiantiles, se adapta a las interrupciones del servicio eléctrico. En Valle de la Pascua, estado Guárico, “ya es común que se vaya la luz. No tienes hora ni fecha, a menos que te digan que es un racionamiento”, suelta. Cuando está en su residencia en Caracas, donde cursa Comunicación Social, la joven de 20 años se compadece por sus padres, que pueden pasar horas sin luz mientras la capital se mantiene iluminada.

Recuerda el 2016, cuando el racionamiento eléctrico decretado por el gobierno por el azote de fenómenos meteorológicos llegó a aquel rincón de Guárico como al resto del interior del país: “Todo giraba en torno a la luz realmente. Mis papás estaban vueltos locos allá y yo ‘rela’ en Caracas”. Se sintió afortunada durante las fiestas de 2017, su casa estuvo iluminada la mayoría del tiempo. Apenas unos 20 minutos cada dos días apagaron momentáneamente la vida en aquel rincón de Guárico. “Obviamente está súper mal, pero poco a poco nos hemos acostumbrado”.

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