Ineptitud gubernamental

TAL CUAL

Venezuela está sumergida en un proceso creciente de deterioro, el gobierno no aporta soluciones efectivas a los graves problemas que golpean cotidianamente las condiciones de vida y el bienestar de la población.

Cada día se pone más en evidencia que el país está sumergido en un proceso creciente de deterioro, llegando al extremo del colapso en áreas fundamentales en la vida económica y social de cualquier nación.

La percepción y el sentimiento de la mayoría de los venezolanos, incluidos quienes han estado apoyando el llamado proceso revolucionario, es que prácticamente nada o muy pocas cosas funcionan y que el gobierno está ausente en el aporte de soluciones efectivas a los distintos y graves problemas que golpean cotidianamente las condiciones de vida y el bienestar de la población.

En efecto, es difícil, para no decir imposible, encontrar un área competencia del gobierno o donde éste arbitrariamente se haya inmiscuido, que funcione con parámetros de excelencia, de calidad, en la provisión de algún bien o servicio público.

Así, servicios públicos básicos para el funcionamiento normal de la economía y la satisfacción de necesidades elementales de la población, como el suministro permanente de electricidad está colapsado.

Desde hace más de dos años la mayoría de las ciudades y pueblos han venido siendo afectados por constantes y prolongados apagones, hecho insólito dado el potencial energético que tiene Venezuela y la bonanza petrolera de la que ha dispuesto el presidente saliente en los 13 años y medio que lleva en el poder. Lo mismo ocurre con el suministro de agua potable.

Densos sectores de la población pasan días y semanas sin recibir agua como consecuencia de no haberse ejecutado obras de mantenimiento y construcción de nuevos acueductos y redes de distribución.

La infraestructura del país literalmente se está cayendo a pedazos por falta de mantenimiento y el gobierno no ha construido en la cantidad y con la calidad requerida nuevas obras.

El resultado ha sido el derrumbe de puentes como ha ocurrido en el estado Táchira y recientemente en Miranda (puente en Cúpira); puentes como el de La Cabrera en el estado Carabobo se encuentra en estado crítico; las principales autopistas que comunican a varios Estados exhiben un estado deplorable e intransitable, y las avenidas y calles de ciudades y pueblos están destruidas en su mayoría, lo que resulta injustificable en un país productor y exportador de petróleo como Venezuela.

Todo esto, unido a la no construcción de vías alternas, ha generado en muchas ciudades como Caracas un colapso vial que prácticamente mantiene paralizada a la ciudad con el grave impacto que esta situación tiene en la economía y en la salud de los ciudadanos y las familias.

LA SEGURIDAD
El sistema de salud también está colapsado por la falta de construcción de nuevos hospitales, el profundo deterioro de la planta física de los existentes, la lentitud en la refacción de algunos de éstos, y el déficit de camas, insumos y personal médico. Con el sistema educativo pasa algo similar.

El elevado déficit en la construcción de escuelas, liceos y universidades y la asfixia presupuestaria a las autónomas, impide dar oportunidades de estudios y una educación de calidad a millones de niños y jóvenes.

La seguridad ciudadana y las instituciones responsables de garantizarla pasan por una situación alarmantemente crítica. La ineptitud del gobierno y la inoperancia del sistema de justicia para contener y derrotar la violencia criminal son verdaderamente escandalosos. De hecho está colapsada.

La economía también muestra sectores cuya capacidad productiva indica claros signos de colapso. El mejor ejemplo es la ruina en que se encuentran las empresas básicas de Guayana, la mayoría de las cuales están produciendo muy por debajo de su capacidad.

La persistente escasez de alimentos, medicinas, vehículos y repuestos en diversos sectores de la industria, así como la escasez de divisas para atender la demanda, revelan la existencia de «cuellos de botella» que obstaculizan y paralizan en muchos casos la actividad productiva.

Todo lo antes descrito tiene un costo incuantificable para el país. No sólo por su impacto negativo sobre la producción y el empleo, sino también en términos de pérdida de vidas humanas, de oportunidades de progreso y de mejoras en el bienestar colectivo.

¿Cuántas vidas han podido salvarse si el país hubiese contado en estos años con un sistema de seguridad ciudadana y de justicia y con un sistema de salud que funcione con eficacia? Frente a esta deplorable realidad, contraria a una sociedad de progreso, el presidente saliente no tiene excusa alguna para justificar estos colapsos porque ha tenido en sus manos la mayor bonanza petrolera de toda la historia de Venezuela, el período de gobierno más largo desde la muerte del dictador J.V. Gómez en 1935, y la mayor concentración de poder político y económico.

ANIQUILAMIENTO
La causa de estos colapsos radica en la incompetencia de la élite política en el poder, en el fracasado proyecto político-económico que han estado impulsando, basado en la concentración del poder en manos de un líder autócrata y mesiánico, en la estatización de la economía, en el aniquilamiento de la separación de los poderes públicos, con lo cual se ha impedido que las políticas públicas y los recursos hayan estado sometidos al control y rendición de cuenta transparente y a la aplicación de sanciones por un uso indebido de los recursos.

A esto se suma un modelo de gestión sustentado en un liderazgo personalista que “controla” y decide todo, donde el “mérito” más importante para ocupar un alto cargo en el gobierno es la lealtad incondicional con el jefe supremo. Este modelo conduce inevitablemente a la ineficiencia, la ineficacia y a colapsos en la gestión de gobierno. El 7 de octubre de 2012 tenemos la oportunidad de elegir un nuevo liderazgo comprometido con la paz y el progreso.

http://www.talcualdigital.com/Nota/visor.aspx?id=75603&tipo=AVA